Esa noche los demonios identificaron y dominaron mi única debilidad… y confieso que me vencieron. Me revolcaron y sujetaron para que no me levante. Me miraron con desprecio y me recordaron vengativamente cuántas veces los vencí.
Me golpearon tan fuerte que mi dolor fue más que sus carcajadas.
Me esperaron con la maldad que destella en los demonios y sobre mi todo su odio cabalgaron.
Me abofetearon, golpearon, torcieron, magullaron, maldijeron, insultaron y a mis sueños robaron… se los llevaron y me sepultaron. Me olvidaron en un lugar sin nombre ni calles, sin recuerdos ni esperanzas… sin verdades ni estaciones. Sólo me olvidaron y a “ella” lejos… muy lejos se la llevaron.
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