Hoy conversé con “ella” o tal vez sólo con su recuerdo…
La escuché susurrar una lágrima en mi alma mientras su voz iba dibujando aquellas tardes y esas sonrisas de tiempos de libérrimas miradas soñadoras que hoy añoras…
Esas calles y sus bancas y ese abrazo maternal de saber que todo “estará bien”…
Esas taciturnas luces entre semáforos que imitan a las miradas más ajenas que no conocen de mi pasado ni travesuras que siempre acababan con la complicidad de un secreto fraternal entre carcajadas antes de dormir…
Hoy siento la nostalgia agónica que abraza la fría distancia y esos sabores del viento y ese Sol que aquí es naranja y no como me lo contaba mi padre en aquellas historias donde existía una Princesa y en donde siempre yo lo podía todo… pero siempre fue por su mano…
La cálida infancia se quedó en sus brazos…
la familia en la distancia…
un abrazo en mis ganas…
un “te amo” en mi garganta…
y ellos en mí.
Hoy la vi en mis actos y hasta en mis palabras con este llanto mordido al pensarla y al saberme saboreando el dolor del amor.
Sus tardes ya no son más las mías y su edad se aleja de la mía ante esa brisa que la empaña y acompaña sus brazos huérfanos de mi presencia y esas sus calles que le recuerdan que ya no la acompaño.
La soledad se quedó entre las sombras pero la inefable nostalgia me abraza con esa tibieza de inmovilizarme y odiarme… con esa ligereza que me calla y tienta a mi llanto a ser susurro y recordar sin recobrar…
Un abrazo… ese abrazo…
Un dulce beso con ese su cariño en esa su costa que me recuerda que la distancia está en este almanaque… y yo estoy en esos sus recuerdos y mirada perdida que terminan en un agónico suspiro…
...ni el Mediterraneo, ni los fugaces aromas nórdicos me la harán difuminar.
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