Subieron despacio sin mirar el camino.
Llegaron al mar entre tropezones, cansancio y el espíritu lleno de
ansiedad.
El viaje fue largo pero se pudieron conocer.
El viento jugaba con sus prendas y los aromas les dejaban un recuerdo.
Fuimos los tontos los que pretendimos terminar la cita.
Los niños jugaron a la orilla de la mar, esa que es un final y un
inicio. Esa, esa a donde llegamos.
El destello en las miradas reflejaba la intranquilidad de las olas… y
la sonrisa, la inmensidad de un regalo natural.
Fueron niños y enamorados, fueron soñadores y conquistados.
Los vi toda la tarde. Los vi cómo bronceaban sus sueños y cómo
abrazaban la soledad de ser felices.
El único reto, las rocas. El único aplauso el de
partida.
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